Jana Reboredo, 2021


Si tuviera que describir el voluntariado con una sola palabra, seria AGRADECIMIENTO. Tanto dado como recibido. Porque desde el momento en el que pisas una de las entidades que forman parte del proyecto, la gente te abraza y te retorna con una sonrisa de pies a cabeza todo el sudor y las horas de trabajo que les regalas a cambio de su bienestar. 

Seré realista y diré que ha habido momentos muy duros, incluso momentos que me han hecho terminar el voluntariado más temprano de lo previsto por mi propio bien. Pero, aun así, no me arrepiento ni de un segundo de los que han marcado mi paso por Bolivia.

Recuerdo los primeros contactos con los niños del hogar, felices de volver a disfrutar de la experiencia junto a los voluntarios. Esas ganas de explicarnos como funciona todo, como es su hogar, los colores de su bandera, de hacernos observar los pájaros que cantan cada mañana con sus ojos brillantes, de orar por nosotras en agradecimiento por estar ahí de nuevo. Y es ahí donde empieza la aventura de acompañarlas en su pequeña rutina: levantarlas entre cosquillas, acompañarlas en su flojera de niña para hacer oficios, leerles y aconsejarlas en sus clases virtuales, recordarles la importancia de comer bien para estar fuertes, jugar un rato con ellas a mil juegos diferentes y desearles cada noche que descansen para emprender un día nuevo con su mejor sonrisa.

Esas sonrisas que al final se te quedan impregnadas en la retina, sobretodo el día en que te marchas y te recuerdan la gran huella que has dejado. Sin darte cuenta han pasado los días y todo lo que habéis compartido es mágico. Porque has regalado tu tiempo y el agradecimiento que recibes te vale todo el oro del mundo. 

Y si viajamos hasta el barrio del plan 3000, todo se multiplica. Porque ahí acompañar unos niños que viven una realidad totalmente diferente. Porque a veces también te toca acompañar a las familias en un ritmo de vida que a veces es dañino e inaguantable. Aun así, las ganas de ayudar y el agradecimiento que recibes sigue estando presente, de manera que cada noche analizas todas las injusticias que has visto pero te quedas con esos momentos en que el simple hecho de ayudar a alguien te ha llenado el corazón de calor. 

En resumen, la acción social con Cooperand ha sido enriquecedora y llena de plenitud y honradez. Me llevo un gran recuerdo de todos los rostros que me han acompañado en este viaje y espero volver pronto a abrazarlos y verlos progresar como se merecen. 

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