Carles González - 2019


La valoración que hago de estas semanas en el Plan 3000 es muy positiva.

Desde el primer segundo en el que volví a pisar el Barrio, sentí el afecto y la cercanía de su gente. Esas sensaciones duraron hasta el último momento.
Las mañanas consistían en dar apoyo escolar en un curso de primaria; las tardes en ayudar a los alumnos de la escuela o del barrio con sus tareas; y por las noches en estar en la “cancha” con l@s chic@s, jugando y charlando.

Los fines de semana daban más margen a poder organizar actividades. En este tiempo, junto con mis compañeras voluntarias, pudimos organizar diferentes actividades: cocina, futbol, carrera de obstáculos, batalla de rap, noche de talentos, torneo de ajedrez… y aunque la participación no siempre fue la esperada ya que las fechas coincidían con otros compromisos de la escuela y de l@s chic@s, l@s que participaron lo pasaron muy bien y fue bonito poder compartir esos momentos con ell@s.

Aunque el paisaje del Plan no haya cambiado a lo largo de las cinco semanas, no ha habido un día igual a otro. Cada día ha sido diferente: nuevas anécdotas, nuevas conversaciones, nuevas sensaciones, nuevas caras… y eso es lo que lo hace tan enriquecedor. En definitiva, cada día uno se llena de nuevas experiencias y aprendizajes.

Me ha encantado poder repetir la experiencia dando apoyo a la clase en la que ya estuve el año pasado, ver cómo han crecido l@s niñ@s y cómo han ido aprendiendo. Me ha encantado volver a reencontrarme con los adolescentes y jóvenes que conocí el año pasado. Me ha encantado interactuar con los padres. Me ha encantado conocer a más gente este año. Me ha encantado poder convivir con todos ellos, una vez más.

No deja de sorprenderme la amabilidad, el trato, la predisposición, la hospitalidad y la generosidad de todas las personas con las que he tenido relación a lo largo de estas cinco semanas y media, tanto por parte de los niños, como de los adolescentes, de los jóvenes y de los adultos, sin importar desde cuándo te conocían. Al igual que me parece increíble que estén tan agradecidos con nosotros por ir allá cuando pienso que, el que tiene que darles las gracias, soy yo.

Una vez más, la despedida y la vuelta a origen ha sido lo más difícil de la experiencia. Las emociones, las relaciones y el día a día en general, son tan intensos que cuesta olvidarlos fácilmente. Uno sigue teniendo la mente allá, aunque el escenario sea diferente.

No sé si mi estancia ha dejado huella, pero sí sé lo importante que es acompañar: escuchamos y estamos presente. También sé, que ellos, sin darse cuenta, han dejado huella en mí.
A pesar de tener realidades diferentes, las carencias y las diferencias Norte-Sud, la sensación que tengo es que ellos disfrutan más de la vida y, además, lo comparten todo y más.
Nos queda mucho por aprender.

Por todo esto,
no puedo estar más que agradecido por haber vivido esta experiencia y haberla compartido con todas las personas con las que he estado.


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