Marta Martisella - 2017


Evaluación del voluntariado
Esta ha sido mi primera experiencia como voluntario lejos de casa, y puedo decir con franqueza que ha sido una de las más increíbles e inolvidables que he vivido hasta el momento. La idea era ayudar a los demás, salir de mi zona de confort, conocer gente nueva, integrarse al máximo en otra cultura y vivir de sus usos y costumbres por un tiempo.

Y así fue, des del primer momento que llegamos al Plan, la inmersión cultural fue inmediata: jugamos con los niños, compartimos mesa con una familia boliviana, trabajamos en la guardería y en la escuela del barrio... Esta convivencia hizo que la integración fuera muy rápida. Durante las primeras semanas vivimos muchos momentos de emoción y de vivacidad. Personalmente no note el choque cultural hasta pasadas las dos semanas.

En efecto, la diferencia cultural entre nuestra sociedad y la sociedad boliviana se empieza a notar al cabo de un tiempo. Para mí, no fue fácil tolerar y vivir esta ambigüedad, algunas situaciones y costumbres se vuelven irritantes e incluso frustrantes. Pero gracias a un trabajo personal y a las formaciones previas al voluntariado impartidas por Cooperand, fue fácil lidiar con estas diferencias culturales.

Me resultaría muy difícil hablar de esta experiencia sin nombrar a mis compañeras Laia y Alba, ya que sin ellas habría sido una experiencia totalmente diferente. Dar el paso de compartir una tal experiencia con personas que no conocía de nada me ha permitido aprender nuevas habilidades y conocimientos, pero sobretodo me ha permitido conocerme mejor. Juntas vimos la vida de otra manera, dividiendo los momentos mas tristes pero duplicamos los momentos mas alegres. Y es que fue un mes muy intenso, en el cual juntas supimos adaptarnos mejor a todas las situaciones con las que teníamos que lidiar a diario.

En este relato sobre mi experiencia como voluntaria no podría no mencionar al Padre Vicente, una persona llena de bondad y generosidad, que en ningún momento dejó de estar pendiente de nosotras. Le tengo que agradecer todo lo que hizo por nosotras, y todo lo que hace a diario por todos esos niños y por sus familias. Nunca olvidaré los momentos de conversación con el, de reflexión sobre los niños y su entorno, pero sobretodo sobre la vida. Estas charlas nos hicieron reflexionar durante horas, incluso días. Puedo decir con firmeza que esos parloteos fueron uno de los pilares de este voluntariado ya que nos cambiaron a distintos niveles.

Y es que en el tiempo que duro el voluntariado, sentí muchas emociones distintas e incluso opuestas. Alegría, esperanza, sorpresa, miedo, frustración, culpabilidad, tristeza... entre muchos otras. Todas ellas han hecho que esta experiencia se convirtiera en única, inolvidable y a la vez inexplicable para la gente que no sabe lo que es un voluntariado lejos de casa y de su entorno.

En resumen, me llevo conmigo las sonrisas de todos los niños, sus abrazos, sus miradas, sus lágrimas, sus momentos de alegría y de fragilidad.

Con muy pocos recursos, me han dado una gran lección sobre la vida. Al principio crees que podrás cambiar la vida de muchos de ellos, aunque solo sea por un mes, pero en realidad son ellos que te cambian a ti.


Vas a ayudar, de forma altruista, sin querer recibir nada a cambio, y al contrario, recibes mucho más de lo que das.


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